viernes, 10 de diciembre de 2010

XIV - Lady Liona

Lady Liona raras veces lucía otro color en sus ropajes que no fuera el color profundo del vino y las rosas de sangre. Sus labios abultados siempre iban engalanados de ese color, que los convertía en algo parecido a frutos jugosos. Su anatomía curvilínea y voluptuosa quedaba definida y a la vez velada bajo los ropajes de terciopelo grueso y el ceñidísimo corsé de ballenas que convertía su escote en algo digno de admiración. El maquillaje disimulaba las arrugas que la edad había comenzado a imponer alrededor de sus ojos y de su boca y el colorete estratégicamente colocado le daba la apariencia de manzanas lustrosas a sus mejillas. Entró al taller como una brisa perfumada de rosas y plegó el paraguas para entregárselo al sirviente que la acompañaba, que lo llevó al porche del taller para que se secase. Doménico la recibió con una reverencia exagerada y sus aprendices, cinco humanos que permanecían tiesos como escobas tras él la saludaron con una inclinación de cabeza y la mirada gacha, nerviosos como colegiales en su primer día de trabajo.

- Milady, es un honor vuestra visita para nosotros. – Lady Liona se limpió la mano disimuladamente cuando Doménico besó su dorso con demasiado ímpetu y dejándole una sensación húmeda y desagradable sobre la piel. El pintor estaba sudando y parecía nervioso. - ¿Podemos ofreceros algo?

- Quiero ver el trabajo, señor Arnaudi, si es tan amable. Estoy ocupada y no puedo perder más tiempo del que ya he perdido en este asunto.

- Por supuesto, Milady. Venga a ver los bocetos, los hemos dispuesto para usted.

- ¿Bocetos? ¿Aun no habéis comenzado con los originales?

- Milady, un trabajo bien hecho y de calidad requiere una preparación minuciosa. Mirad, mirad el trabajo de los chicos.

Lady Liona se recolocó un mechón de pelo rebelde que se había desprendido de su redecilla, y caminó alrededor de las mesas observando los dibujos que se disponían ordenadamente sobre estas. Su gesto se fue volviendo frío conforme avanzaba de una mesa a otra hasta que llegó a parecer que había un clave tenso que le sujetaba la cabeza al techo y la impedía moverse con soltura.

- ¿Qué es esto Arnaudi?. El taller de Lissant podría haberme ofrecido lo mismo. Oh… de hecho lo hizo. Es un calco de cada una de las escenografías que se han hecho para esta obra.

Doménico sintió que la sangre le bajaba a los pies cuando la mirada de la noble se fijó en sus ojos, decepcionada y cargada de reproches.

- Milady, son solo bocetos, podemos cambiar lo que vos requiráis.

- ¿Cree usted que puedo perder el tiempo ideando la escenografía para la que voy a pagarle?. Está perdiendo el tiempo y no es algo que pueda permitirse en su posición, este trabajo os otorgaría un gran prestigio pero estáis dispuesto a echarlo a perder, por lo que veo.

Doménico miró a sus pupilos de reojo, con ese color en el rostro que denotaba el enfado y prometía broncas y algún que otro despido. Todo eso fuego pareció atemperarse cuando volvió la mirada a la noble y habló con voz temblorosa.

- Milady… tengo más bocetos para vos… esto solo son ideas iniciales.

- Veámoslos.

El rechoncho pintor se volvió e hizo un gesto a sus aprendices, que parpadearon sin entender muy bien qué pretendía, tragando saliva al ver cerrarse la puerta tras la noble dama que les observaba.

- ¡Vamos, vamos! ¡Sacad los paneles para la señora!

- Pero señor…

- ¿Es que no me habéis oído?

Dos de los jóvenes aprendices corrieron hacia el almacén mientras el resto rebuscaba en sus mesas los bocetos que habían ideado bajo las directrices del elfo. Los dispusieron sobre los tableros y se apartaron para que lady Liona pudiera analizarlos. Caminó en silencio de una mesa a otra y acabó por fijar la mirada en el tríptico esbozado a grafito y carbón que los aprendices habían dispuesto en el centro de la sala iluminada. Su mirada lo analizó largamente, y algo en su postura pareció relajarse cuando se acerco a observar los detalles de las arquitecturas.

- Es el salón de baile.

Liona asintió. No era la voz de Doménico, que se había quedado clavado en el sitio y pálido como si le hubiesen cazado robando en el mercado.

- Es un lugar en el que se fraguan misterios. La luz debe ser incierta, difusa.- Liona se volvió hacia el propietario de aquella voz atemperada y descubrió una mirada de ojos escarlata que lejos de mirarla ella se mantenía en el panel. - Es una obra de ficción, aunque esté basada en algunos hechos acaecidos en reinos humanos de la antigüedad, podemos tomarnos algunas licencias en las arquitecturas, provocar curiosidad en aquel que se asoma al entorno, preguntas como la procedencia de esas gentes, el mundo en el que se mueven en que las flores son fijadas a los capiteles por las manos de los constructores. Muchos conocen ya esa obra… necesitan verla de otra manera para que vuelva a emocionarles.

La noble se había quedado mirando al elfo como si fuera una aparición, con aquel ejemplo que representaba en si mismo entendía aun mejor a qué hacía referencia el elfo. Ella misma no había sido capaz de expresar correctamente lo que buscaba al volver a representar la obra, que no solo era un buen método para recaudar fondos para la catedral, si no una manera de reafirmarse como una mujer capaz de llevar a cabo proyectos como aquel sin la ayuda de su marido.

- E…es lo que busco. ¿Cuál es su nombre, elfo?

- Iranion Hojalba, es un honor conocerla, Lady Liona, su labor para con el patrimonio de esta ciudad es encomiable.

- Oh… gracias. ¿Son suyos estos dibujos?

- Los paneles, si. Los chicos se están esforzando también. Podremos tener los fondos listos a tiempo si vos estáis conforme con lo que veis.

- Lo estoy, por supuesto.

El elfo sonrió e inclinó la cabeza. Afuera estaba lloviendo y el barro ni siquiera le había manchado los zapatos y su cabello permanecía liso y seco, meticulosamente peinado. Ni ella ni Doménico le habían escuchado entrar, cerrar el paraguas y la puerta y apoyarse en uno de los pilares de la amplia sala mientras exponían su trabajo.

La noble parpadeó y se volvió hacia Arnaudi, retomando su expresión dura.

- Si era una broma no ha tenido gracia, me ha hecho perder el tiempo.

- Ruego nos disculpe Milady. Tendréis vuestros escenarios a tiempo.

Ella asintió y apartó la mano cuando Doménico intentó besarla. Su criado llegó y le tendió el paraguas cuando caminó hacia la puerta y se detuvo ante el elfo, que inclinó la cabeza para despedirla.

- Si promete tanto como parece… Le llamaré para que se una al proyecto de la catedral, señor Hojalba. Espero verle pronto.

- Será un placer, mi señora.

Liona volvió a asentir y desapareció por la puerta con un gesto airado, dejando un aroma residual a rosas y maquillaje en la estancia. Iranion sonrió a Doménico, que le miraba en silencio con la expresión de un cerdo enfurecido, si los cerdos podían adoptar expresión alguna. El elfo se inclinó con elegancia y volvió a su mesa, donde dispuso los materiales de nuevo mientras ignoraba la mirada ardiente de Arnaudi, que volvió a refugiarse en su estudio con un gruñido y los pasos apresurados. Los aprendices tomaron aire y se sentaron en sus mesas, mirando de reojo la puerta de Arnaudi, que no parecía dispuesto a esforzarse más de lo que lo había hecho en ese proyecto.

- Bien. Comencemos con los pigmentos…

XIII- Un día libre.

Bheril estaba ordenando las armas sobre la mesa cuando llegó a la pequeña buhardilla. No le saludó al entrar por no romper el silencio calmo que se instalaba en ese entorno cuando el elfo rubio hacia murmurar las hojas de las espadas al limpiarlas. Habían podido comprar nuevo equipamiento para ambos con las primeras pagas de Doménico, sobretodo para Bheril puesto que esa iba a ser su tarjeta de presentación. Iranion se sentó en una de las sillas carcomidas que eran parte del mobiliario con que les habían entregado la buhardilla, alzó ligeramente las cejas con cierta sorpresa cuando Bheril habló sin siquiera volverse.

- ¿Qué llevas ahí?

- Un libreto, he salido a buscarlo.

- ¿Sobre qué? – Su voz apenas superaba el murmullo de las armas, pero era mucho más grave, tranquila, parecía concentrado.

- Un baile de máscaras. Es una...

- Una obra de teatro. – Terminó por él, sonriendo y dándose la vuelta para apoyarse en la mesa. Llevaba el pelo suelto y la luz difusa que se colaba desde el exterior parecía apagarle el color. Estaba a punto de ponerse a llover. – De Anton Sommer.

- Si. He de releerla. Es más o menos reciente, nunca la han estrenado en Quel’thalas por ser de autoría humana.

- Es una pena, no está nada mal.

- No. La compañía Lordanesa va a estrenarla en Ventormenta, le han pedido a Doménico que realice los fondos de escenario a escasas dos semanas de la representación ¿Y adivinas qué?

- ¿Piensa usar el mismo en todas las escenas?.- Bheril se rió entre dientes e Iranion negó con la cabeza.

- Me ha dado el día libre. Tiene suerte de que no sea un inútil y me tome mi trabajo en serio por lo que voy a releer la obra para tenerla fresca en la memoria.

- Qué gran sacrificio por tu parte.

Iranion soltó una risa suave al levantarse y llevar la silla al lado del ventanal que daba al canal, frunció el ceño con desagrado al ver recortarse la prisión de Ventormenta en el recodo alejado de la confluencia de dos canales, por suerte no eran las vistas lo que le interesaba, si no la luz, y pronto las vistas dejarían de ser un problema. Abrió el libro y comenzó a leer, con el sonido del roce del lino sobre las hojas metálicas de fondo.

- Me hablaste una vez de esa obra, por eso la leí. – Interrumpió su lectura Bheril al cabo de un rato, mientras volvía a colocar las armas en sus vainas. – Viniste hace unos años con tu padre, justo cuando la estrenaron, estabas desolado por que sus obligaciones no os habían permitido asistir.

- A mi padre no le interesaba el teatro. Para él no era más que una pérdida de tiempo para distraer al populacho y alejar a la nobleza de sus obligaciones.

Bheril ladeó ligeramente el rostro, mirando el reflejo de Iranion recortado contra la luz grisacea a través del reflejo de la hoja de una daga. Dejó transcurrir unos instantes antes de retomar por donde lo había dejado.

- La cuestión es que querías verla, y ahora está en Ventormenta, y vas a pintar la escenografía. ¿Por qué no vamos al estreno?

- Es una representación organizada por una casa noble, dirigida en exclusiva a la nobleza, eso obviando el hecho de que las entradas más baratas rondan los cincuenta oros. El pretexto de la beneficencia es ideal para cobrar a precio de estreno una obra que lleva cinco años representándose.

Iranion seguía leyendo mientras Bheril le observaba a través del metal pulido, pensativo. Le dio varias vueltas a la hoja y la enfundó con un movimiento rápido en su cinto, volviéndose hacia él y haciendo tamborilear los dedos en el borde de la mesa al apoyarse de nuevo en ella.

- ¿Dónde se representa?

- En los jardines de la casa de lady Liona, es una de esas casas señoriales en la plaza de la catedral, la que tiene rosas en el escudo de armas de la entrada.

- Ah, si, la recuerdo. Está pegada al muro de la catedral.

- Aham, es un lugar privilegiado. – Respondió Iranion, en voz baja, inmerso en la lectura. Escuchó el suelo de madera crujir cuando Bheril caminó hacia la puerta y se echó la capa sobre los hombros. – Está lloviendo.

- Solo chispea. He de comprobar algo.

Iranion le despidió con un gesto de la mano, sin apartar la mirada del libreto. La buhardilla volvió a quedar en silencio cuando la puerta chirrió y despidió a Bheril con un quejumbroso crujido al cerrarse. Iranion siguió con la mirada a la figura que se calaba la capucha en la calle y emprendía camino sobre el pavimento de adoquines a buen ritmo. La lluvia comenzó a intensificarse a los pocos minutos de que se perdiera tras el recodo que conducía a la calle de mercaderes. Iranion suspiró y volvió a la lectura, pensando que su compañero tenía muy poca visión para elegir el momento en que salía a buscar trabajo.

XII - El maestro Arnaudi

Doménico Arnaudi era la antítesis de su idea de belleza. No podía aplicar un canon elevado en el caso de la raza humana, en su mayoría eran bajitos, tanto ellas como ellos tenían los hombros demasiado anchos, caderas excesivamente abultadas y rostros redondeados o demasiado angulosos en el caso de los hombres. Aquel que se hacía llamar su maestro tenía los ojos hundidos y unas bolsas desagradables de piel se le descolgaban debajo, sus carrillos hacían pensar en comida almacenada constantemente en su boca y la manera en la que movía la papada al hablar competía con los postres de gelatina al ser transportados. A este elenco de virtudes se le unía un discutible gusto por las casacas ajustadas en las que se embutía y cuyos botones siempre parecían a punto de saltar y sacarle un ojo a cualquiera.

Le costaba tomarle en serio, con su pelo oscuro y rizado atado a la nuca y su pose de noble venido a menos, tenía que hacer un esfuerzo considerable para atender a sus palabras cuando se dirigía a él con esa voz aflautada y mal modulada.

- La obra es dentro de dos semanas y el taller que estaba preparando el escenario ha sido despedido por no cumplir las expectativas de lady Liona. Nos visitará en un par de días y espero tener para entonces al menos un tercio de la producción terminado, si no veo buen ritmo acabareis pintando caricaturas en el barrio viejo.

Iranion arqueó ligeramente una ceja, observando al humano desde su mesa de trabajo. Le daban ganas de reír cada vez que aquel retaco pretendía infundir miedo en sus contratados, y lo más hilarante del asunto es que lo conseguía con la mayoría de sus aprendices, que se encogían tras las mesas y se afanaban en ponerse a trabajar.

- Señor Arnaudi, perderíamos menos tiempo si nos dijera cuales son las expectativas de lady Liona.

Doménico, que parecía tener prisa por volver a su estudio a seguir matando el tiempo mientras sus aprendices trabajaban por él, se volvió hacia el elfo, frunciendo el ceño con un gesto impaciente.

- La señora quiere calidad y buen acabado. Basaos en la arquitectura de la corte para los interiores y en la catedral para los exteriores. Elwynn servirá para el bosque de la bruja.

- Si me permite el apunte, señor Arnaudi, no ha dicho más que obviedades, todos queremos calidad y dudo que el problema de los talleres de Ventormenta esté en sus acabados. ¿No le preguntó acaso qué es lo que espera?.

- ¿Es que debo daros el trabajo mascado?. Aun estás a prueba, Hojalba, y mi paciencia tiene un límite así que limítate a trabajar en silencio y cumplir con tu trabajo o acabarás…

- Pintando caricaturas en el barrio viejo. – Sonrió, mirándole con la misma expresión tranquila que a Doménico le hacía sentir insignificante. El maestro tenía los mofletes rojos y pareció contener la respiración.- Tomaré eso como una licencia creativa.

-¡A trabajar!

Arnaudi desapareció tras la puerta de su estudio y los aprendices que ya habían comenzado a seguir las instrucciones del viejo pintor miraron al elfo de reojo cuando se levantó y se puso a desplegar los caballetes y preparar los paneles. Los cinco chicos que completaban el groso de los aprendices de Doménico ese año no dijeron una palabra cuando el elfo comenzó a hablarles con su acento suave y su aire orgulloso y minutos después todos estaban arrancando sus bocetos y tomando apuntes de los trazos que Iranion iba ejecutando sobre el panel en su caballete.

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Por un instante pensó que los carrillos de Doménico iban a estallar en llamas cuando salió de su estudio apestando a sudor y colonia barata. Iranion le observó de pie en el centro de la sala, ante los tres paneles en los que comenzaba a formarse una arquitectura de trazos de grafito y sombras de carbón. El elfo tenía la irritante costumbre desde que había llegado a su taller de trabajar sin necesidad de bocetos previos y mostrarle las bases de su trabajo minucioso con la barbilla alta y mirándole como si fuera consciente de su escasa capacidad para el arte.

- Eso no está basado en la catedral de Ventormenta.

- Es un entendido en arquitectura, señor Arnaudi.

Los aprendices se miraron entre si y cuchichearon, apiñados tras los paneles, el maestro pareció volverse de un tono más escarlata si cabe cuando se asomó a los bocetos del resto de sus aprendices.

-¡¿Qué diablos es esto?! ¿Columnas en espiral? ¿Capiteles con ornatos vegetales?. Eso nunca se ha visto en esta ciudad.

- Precisamente, señor Arnaudi. Al ojo le gusta que le sorprendan y en esta ciudad la mirada se acostumbra peligrosamente a las formas toscas.

-¡Eso a lo que tu llamas formas toscas es nuestro arte, elfo!

- Y es encantador, no me malinterprete.

Iranion le siguió con la mirada cuando se acercó alzando un dedo regordete hacia él, escuchó la risa sofocada de uno de los jóvenes aprendices de Doménico, que al igual que él debió encontrar harto gracioso ese gesto hacia un tipo que le sacaba más de una cabeza de alto y no mudaba su digna expresión por mucho que cambiase el tono de piel del maestro.

-¿Quién te crees que eres, Hojalba? No eres más que un aprendiz que ha venido aquí a hacer lo que se le dice.

- Soy un aprendiz, señor Arnaudi, eso es indiscutible. Todos aquí lo somos.

-¡Quita eso de mi vista! Quiero las arquitecturas basadas en Ventormenta como han sido siempre y tenéis todo el día de mañana para repetirlo. ¿Se me ha escuchado bien?

- Es difícil no hacerlo.

-¡Al demonio contigo! ¡Estás despedido!

Iranion observó el dedo amenazador ante su rostro y sonrió con un gesto cortés, apartando la mano rechoncha del maestro que le miraba con el rostro congestionado por la ira. Había una amenaza implícita en el ademán del elfo que le miraba directamente a los ojos y el pintor pareció atragantarse cuando se apartó y recogió sus cosas con una calma digna y absoluta.

- Nos vemos en un par de días.

El elfo se inclinó y salió del taller dejando tras de si un silencio espeso solo roto por el gruñido de descontento de Doménico, que tras el impulso inicial por romper los paneles los apiló y los arrojó al cuartucho donde aun esperaban las obras incompletas o desechadas. Iranion recorrió el camino de vuelta a casa, con la cabeza alta y la tranquilidad absoluta que otorga el saberse necesario. Solo había necesitado unos instantes para darse cuenta de que Arnaudi era un farsante, y el maestro era más que consciente del valor que unas manos como las suyas tenían para su taller. Dormiría más que tranquilo esa noche.