viernes, 10 de septiembre de 2010

IV - Bheril Hojazul (II)

El oleaje había depositado sobre la arena blanca un tapiz de algas que dibujaban el movimiento del agua sobre la costa. El viento soplaba desde el sur, las aguas del mar del norte lo enfriaban y besaban el rostro en una sensación de contraste con el ambiente cálido y húmedo que imponían los hechizos sobre la isla. Bheril tomó aire con fuerza, llenándose los pulmones de aquel aire auténtico, sustituyendo al que se le antojaba viciado y antinatural. El murmullo de unas botas hundiéndose en la arena le hizo volverse, y la imagen del iniciado Lamarth’dan le despertó una genuina sonrisa, a pesar de su aspecto deplorable.

- Acepto.

Fue el escueto saludo, con la voz ronca y un aire de digna aceptación. Bheril asintió. Sabía como se había hecho aquel terrible cardenal en el pómulo, que golpe exacto le había partido los labios, y que fallo en la esquiva le hacía encorvarse ahora con el dolor de un fuerte golpe en las costillas. Tenía todo el aspecto de haber sido asaltado y tirado en una cuneta, aunque lucía el pelo bien peinado y amarrado en la nuca y esa expresión orgullosa que ni los golpes borraban.

- Descansa un poco, eso también ayuda.

Se quedó de pie tras él. Bheril volvió la vista hacia las aguas oscuras, los dracohalcones de los Hojalba pasaron rozando las olas, a toda velocidad.

- Has estado esperándome, no quiero perder más tiempo.

- No te estaba esperando.- Bheril rió, y si le hubiera mirado en ese momento habría visto las mejillas de Iranion encenderse.- Vengo aquí siempre, después de la comida. Es un buen sitio para meditar.

Iranion le observó, de pie tras él, respirando lentamente para no despertar más punzadas de dolor. La rabia ya había dejado paso al sabor amargo de la derrota, sus contrincantes se encontraban en el mismo grado que él, había entrenado tan duro como todos, se creía capacitado para superar un combate serio y tras caer ante el primero de sus contrincantes todo pareció ir a peor. Había sido un completo desastre.

- Siéntate, anda. – Bheril palmeó la arena a su lado. No tenía ni un rasguño, era de los más avanzados de aquella promoción, aparentaba más edad de la que tenía y sus brazos eran el doble que los de Iranion. Cuando se sentó a su lado, mirándole de reojo, sintió una punzada de envidia.- Duermes poco y comes aun menos.

- ¿Piensas entrenarme o convertirte en mi madre?.

- Algo me dice que has sobrevivido hasta ahora gracias a ella. – Volvió a reírse. Iranion apretó los dientes mientras volvía a sentir la sangre agolpándose en sus mejillas.- Quiero ayudarte a que puedas hacerlo solo.

-Puedo hacerlo perfectamente, que no sepa manejar una espada no significa nada.

- Significa muchas cosas, en realidad. Pero eso no importa, lo que importa es que estás aquí y para sobrevivir debes aprender. No todo está en la práctica, si no eres capaz de levantar una espada en condiciones no podrás superar ni una sola de las pruebas.

Iranion le miró de soslayo. El hijo de los Hojazul nunca había tenido interés alguno para él. Su actitud le había parecido siempre vulgar en las fiestas de primavera, la tez tostada y la completa falta de etiqueta a la hora de vestirse le convertían en alguien indigno de la menor atención, no parecía haber sido así a la inversa. Bheril parecía haberse fijado mucho en lo que el hijo mayor de los Lamarth’dan hacía o dejaba de hacer.

- No me gusta la comida del cuartel.

- No hay otra.

- Es un asco.

- Vamos a tener que comer muchos ascos en la vida. Ya no somos niños, por eso estamos aquí.

- Yo estoy aquí por que me han obligado.

- Eso también significa muchas cosas. – Sonrió. Iranion volvió a tener ganas de abofetearle.

- Oh… Belore… eres un listillo insoportable.

Intentó levantarse antes de que sonaran las campanas que anunciaban la vuelta al entrenamiento. Se le escapó un quejido seco cuando sus costillas se resintieron del golpe. Bheril extendió la mano para ayudarle, recibió un golpe que la apartó antes de que Iranion se pusiera en pie a duras penas.

Si no le hubiese dolido todo el cuerpo le habría golpeado cuando su risa volvió a resonar en el aire.

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